Cuando las estrellas habían soltado sus armas lograron sentir; Dejaron de sentir miedo, dejaron de dudar.
Comenzaron a confiar en sí mismas, a confiar solo en aquel hombre que podía comprender, que lograba saber que aún si aquella estrella para él se veía la más pequeña y distante valía mucho... Lo valía todo.
Tal vez solo porque era la más grande; porque a pesar de que a los ojos de todos se veía pequeña y frágil tenía una fortaleza y potencia como nadie...
Ella era la más lejana. La que a pesar de estar más lejos de aquel hombre tenía la fuerza para brillar hasta llegar a él.
Durante siglos desde lejos solo veía como era ignorada, como todos la usaban solo para llegar a otra, para señalar aquella que brillaba más que esa pequeña.
Solo él logró llegar a ella.
Inevitablemente se enamoró.
Creía que iba a poder llegar a él, que luchando lo lograría... Que si él la amaba tanto como para verla y ella lo amaba tanto como para intentar alcanzarlo las cosas funcionarían.
Se equivocó.
Ambos se lastimaron al intentarlo.
Aún así ella no quería rendirse, él tampoco. O eso decía...
Bueno. Todos tienen un límite.
Él entendió que a pesar de su fuerza y su luz seguía siendo solo una pequeña estrella muy lejana, y se alejo aún más.
Ella solo pudo quedarse ahí, sola, en medio de la oscuridad... Llorando por aquel hombre y aún así feliz, porque él lograría algún día estar con alguien que pudiese amarlo como merecía y que estaría justo a su lado.
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